Canto al hijo

Está la cueva llena de mi olor,
el río corre lleno de mis huellas,
la escarcha, con mis fríos,
y en todos los romances
viví un poco.

Pero sigo viniendo.

No desesperes
ni tampoco me busques
pues no sigo los cursos predecibles.

Como si ya estuviera,
de pronto estoy aquí,
enredado en olores,
más sutil que la nube
y que la brizna.

Si te dejan
pensarme tus tareas,
es fácil que te digas:

Está cambiando el viento.